Han batido récords que todos veían venir y otros que sorprendieron a los expertos.
Sufrieron, pelearon y contaron su verdad de una forma que no se había hecho antes.
Durante nueve días y en un Estadio Olímpico casi vacío, las mujeres del atletismo ofrecieron un espectáculo memorable, tanto dentro como fuera de la competición.
Estas son algunas de las deportistas que definieron la cita de Tokio: Allyson Felix, Yulimar Rojas, Sydney McLaughlin, Sifan Hassan, Raven Saunders, Elaine Thompson-Herah.
El suyo era un deporte necesitado de un buen impulso, no solo por el año de demora a causa del coronavirus, sino porque sin importar cuándo regresaran, Usain Bolt no atraería ya la atención hacia el tartán sólo con su presencia.
Las mujeres cumplieron — no tanto con las buenas vibraciones y el baile de Bolt, pero sí con una serie de actuaciones inspiradoras y mensajes que mostraron que el corazón de su deporte sigue latiendo fuerte.
A continuación, algunos de los momentos más memorables:
—La exhibición de Rojas para pulverizar el récord mundial de salto triple — un vigente algo más de un cuarto de siglo — y convertirse en la primera mujer de Venezuela en subirse a lo más alto del podio. En su último salto de la final, Rojas alcanzó los 15,67 metros, superando por 17 centímetros la anterior plusmarca, fijada por la ucraniana Inessa Kravets en 1995.
Sin nadie que le haga sombra, Rojas compite consigo misma. ¿Su próximo objetivo? Rebasar los 16 metros.
“Soy una atleta que no se pone límites, no tengo techo. Yo puedo conseguir lo que mi mente y mi corazón quieren. Los 16 metros son parte de mi lucha diaria”, dijo.
—Hassan y su implacable camino para lograr tres medallas — dos oros y un bronce — en las tres carreras más largas disputadas en el estadio.
Comenzó su andadura en Tokio con un oro en los 5.000 metros. Volvió a saltar a la pista para colgarse el bronce en los 1.500. Y cerró su participación el sábado con otro oro en los 10.000 — una carrera en la que su visión estaban tan nublada por el cansancio que reconoció que no podía ver la meta.
“Estoy muy feliz”, dijo una vez terminada su odisea — seis carreras en ocho noches en las que dio 65 vueltas al estadio, 24 kilómetros. “Estoy aliviada. Terminé. Puedo dormir”.
—McLaughlin, cuya rivalidad en los 400 metros con vallas con la también estadounidense Dalilah Muhammad alcanzó su punto culminante en Tokio.
Era una carrera muy esperada y casi predestinada a batir el récord mundial que, una o la otra, habían superado en sus tres duelos previos.
Y estuvieron a la altura de las expectativas. McLaughlin rebajó su propia marca de 51.46 segundos. Igual de impresionante fue el tiempo con el que Muhammad se adjudicó la plata, 51.58, que habría sido también un récord del mundo.
“Creo que somos dos atletas que queremos dar lo mejor y sabemos que hay otra gran mujer que te va a ayudar a conseguirlo”, dijo McLaughlin.
—Las velocistas ya habían sido rápidas antes de los Juegos, así que que mantuviesen el ritmo no sorprendió a nadie.
Pero aunque la atención antes de Tokio fue para la jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce (100 metros) y la estadounidense Gabby Thomas (200) — quienes se alzaron brevemente como las segundas mujeres más rápidas de la historia en sus respectivas disciplinas — fue Thompson-Herah quien se coronó.
Tras un inicio de temporada lento por una lesión en el tendón de Aquiles, Thompson-Herah barrió en los 100 y en los 200 por segunda vez consecutiva. Una más e igualará a Bolt.
Completó los 200 en 21.53 y fijó un nuevo récord olímpico para los 100: 10.61 segundos. Aunque esa marca podría no ser la más formidable de las logradas por Florence Griffith Joyner hace una generación, en 1988, se había mantenido inalcanzable por mucho tiempo.
Los récords mundiales de Flo-Jo de 10.49 y 21.34 siguen vigentes. ¿Pero por cuánto tiempo?
“Cuando acabe como olímpica, probablemente veré lo que he hecho”, afirmó Thompson-Herah, quien, a los 29 años, asegura que su carrera aún no ha terminado. “En este momento, soy solo una chica normal”.
—La historia de Raven Saunders fue una inspiración para cualquiera que alguna vez se haya quedado atrás o haya sido visto por encima del hombro. La lanzadora de bala estadounidense, negra y lesbiana, empezó a utilizar mascarillas de Hulk en competición — una forma de proyectar su feroz espíritu competitivo pero también su parte interior frágil.
Tras recibir su medalla de plata, Saunders cruzó los brazos formando una “X” sobre su cabeza en el podio. “Es en la intersección donde todos los que están oprimidos se encuentran”, explicó.
Es el tipo de mensaje que muchos creen que no sólo debería tolerarse, sino aceptarse, cuando los atletas olímpicos reciben sus cinco minutos de atención. El COI, que tras mucho debate y discusión durante los dos últimos años sigue optando por prohibir este tipo de manifestaciones, dijo que lo investigaría. Cualquier pesquisa quedó a un lado cuando la madre de Saunders falleció de forma repentina solo unas horas después de que su hija subiese al podio.
—Y Felix cerró el espectáculo.
Durante cinco Juegos, 16 — pongamos 17 — años, la estadounidense ha sido el epítome de la clase y la velocidad. A sus 35 años, puso fin a su carrera, pero no sin antes hacer lo que hace mejor que cualquier otro atleta vivo: ganar medallas.
Su bronce en los 400 metros y su oro en el relevo 4×400 femenino ampliaron su botín a 11. Ahora tiene más que nadie en la historia del atletismo, salvo el corredor de fondo finlandés Paavo Nurmi que logró 12 entre 1920 y 1928.
Felix tiene más que dar. Desde el nacimiento de su bebé, Cammy, en 2018 se ha convertido en una de las más firmes defensoras de la mujer en el deporte.
“Siento que ha sido un proceso para mí llegar al punto en el que supongo que tuve el coraje de hacerlo”, dijo Felix.
Obtuvo esa plataforma luego de dos décadas corriendo en las que algunas veces ganó, otras perdió, y siguió regresando a la pista por más.
Ahora es momento de ver quién ocupa su puesto.
Al inicio de la competición, alguien le preguntó a Muhammad, la vallista, qué pensaba sobre el dominio de las mujeres en la pista — de los siete oros de Estados Unidos en atletismo, ellas ganaron cinco.
“Las mujeres lo hacemos mejor”, respondió.
Tras verlas conquistar récords, superar obstáculos y hacer oír sus mensajes en nueve días y otras tantas noches, es difícil decir que estaba equivocada.