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Pequeña estrella desorientada

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Por Diego Morales

Era una mañana de enero y sonaba la campana de las 9:30 AM que anunciaba el recreo. Todos los niños salían corriendo de clases buscando la pelota para ir a jugar al patio de la escuela. Rápidamente José corrió a buscar las tradicionales piedras para formar las porterías y la eterna regla sin importar quién fuese ganando o con qué marcador al casi concluir el receso era “el último gol gana”.
Afortunadamente para los que conformaban el equipo que representaba al colegio el juego no terminaba allí, sino continuaba luego de clases pero ésta vez con un nivel de exigencia más alto y que a veces llegaba a gritos muy fuertes que provenían del entrenador, regaños que quizá no hubiesen sido hechos en casa o en un aula pero si eran tolerados por papá ya que él quería que su hijo destacara en su posición y que en un futuro se pudiese dedicar al deporte profesional.
¿No sería ésta acaso una forma de explotación infantil? Esta es una situación sumamente importante y a la cual debemos prestar atención en nuestra sociedad ya que si bien es cierto que en 1959 se reconoce el derecho de los niños a jugar no podemos tergiversar el propósito de ello y verlo con fines comerciales y que sea el niño en determinado caso quien sea el ingreso económico principal de la casa. ¿Dónde quedará entonces la alegría de ser niño y de vivir esos momentos que no volverán?

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Llama la atención que lamentablemente en algunos casos sí se ha desvirtuado el fin recreativo y con el objetivo de que el niño sea el mejor en su disciplina se le exige en un alto grado al punto que pudiese llegar a ser incluso sumamente molesto para el pequeño. Incluso André Agassi, quien llegó a ser número uno en el tenis mundial, reconoce como él hasta cierto punto “odiaba” el deporte blanco y que su papá construyó una máquina que le lanzaba pelotas a alta velocidad que debían ser contestadas por el diminuto André, y todo lo hacía con el único fin de agradar a su padre y quizá no llevarse un castigo.
Sé que en algunas ocasiones por cuestiones de recursos o tiempo puede llegar a ser complicado, pero ¿Hemos pensado en evaluar la opción de que sea el mismo niño quien elija la disciplina deportiva que quiere practicar? Y esto aplica no solamente para temas físicos sino también para asuntos académicos; idealmente deberían ser nuestros jóvenes quienes puedan decidir sus carreras, correctamente orientados por sus padres o tutores.
Recuerdo que cuando era niño uno de mis mayores anhelos era poder llegar a ser futbolista profesional, sin embargo con el paso de los años reflexioné y vi como muchos deportistas descuidaban sus estudios para dedicarse de lleno a su disciplina, sin embargo aquí el error también era responsabilidad de los atletas ya que no se estaba pensando a futuro o en qué emplearse luego de una quizá corta carrera futbolística que quizá la remuneración que pudiesen recibir no les pudiera llegar a alcanzar para subsistir por el resto de su existencia, y peor aún en un país en condiciones similares al nuestro.
Por la falta de valores y orientación luego podemos ver comportamientos inadecuados y cómo la conducta de algunos deportistas se ve desencarrilada cuando llegan a alcanzar la fama o a tener carros de lujo, dinero, etcétera. Pero recordemos, los valores se adquieren en casa; con nada venimos y con nada nos vamos.

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