En Europa, Gheorge Hagi había sido apodado «el Maradona de los Cárpatos». Los Angeles Times, adaptándose al público deportivo estadounidense, optó en cambio por «el Gretzky de Rumania».
Sea cual sea la descripción que se prefiera, ambas transmitían -con bastante acierto- que se trataba de un jugador diferente, especial y enormemente importante para su equipo. En Estados Unidos 94, Hagi lo demostró desde el primer partido, cuando inspiró una victoria por 3-1 sobre una selección colombiana muy valorada con un audaz disparo de larga distancia.
Como el propio Hagi, con no demasiada modestia, dijo a FourFourTwo 20 años después: «Marqué goles que ahora están entre los mejores goles de la historia de los mundiales».
El momento culminante para Hagi y su equipo llegó en los octavos de final con el que posiblemente sea el partido del torneo. Una vez más, el rival era sudamericano, y pocos daban por hecho que tuvieran muchas posibilidades ante una selección argentina que, incluso sin el sancionado Diego Maradona, seguía contando con el goleador Gabriel Batistuta.
Sin embargo, a los 18 minutos de juego, y con dos goles en contra, Ilie Dumitrescu se adelantó en lo que describió como «un pase genial» de Hagi para poner a Rumanía por delante. Justo antes de la hora de juego, Hagi le devolvió el favor a los rumanos al aprovechar un pase de Dumitrescu y rematar con la derecha.
Rumania se impuso por 3-2 y, aunque perdió en la tanda de penales ante Suecia en los cuartos de final, Estados Unidos 94 -y ese partido en particular- sigue siendo el punto culminante de su historia futbolística.
«Fue un partido fantástico, y ninguno de los jugadores de nuestra llamada generación de oro olvidará nunca esa competición», dijo Hagi. «Creo que fue la mejor actuación de la historia de la selección rumana. No sólo por los resultados, sino también por nuestro impresionante juego, el estilo de fantasía de nuestro fútbol».
Con información de FIFA.
