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Juegos Panamericanos

Mirna Ortiz confiesa que quiso irse de «mojada»

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Después de su descalificación en la marcha de 20 kilómetros de los Panamericanos de Toronto, la guatemalteca Mirna Ortiz asume que su dolor es poco si lo compara con los años duros, cuando pensó irse de ilegal a Estados Unidos.

«Yo pude ser una espalda mojada, en mi familia hay algunos emigrados y a mi la idea de saltar me pasó por la cabeza, pero no, no podía porque me gustaba mucho el deporte y sentía que ahí estaba mi oportunidad», confiesa en entrevista con Efe.

Fue hace menos de cinco años. Entonces nadie la conocía, no tenía zapatillas buenas, ni dinero ni novio y en su bolsa solo había un quetzal para pagar el autobús de ida del centro de ciudad al Estadio y otro para el de vuelta.

«Me tenía que quedar en la pista para el entrenamiento de la tarde porque no tenía con qué pagar el pasaje dos veces», recuerda.

En el equipo de marcha se hizo cómplice de Erick Barrondo, un desconocido llegado de San Cristóbal Verapaz, en cuyo hombro de amigo se apoyaba cuando estaban obligados a entrenarse con el estómago vacío.

«A veces uno de los dos tenía algo y lo compartía, pero hubo días en que los dos nos fuimos en blanco; a mi me llamaba la atención, un día me robó un beso y al tiempo nos casamos», dice al referirse al ganador de medalla de plata en los pasados Juegos Olímpicos.

Mirna mira para atrás para no olvidar. No pretende quedarse en el pasado, pero asume que si salió de aquel estropicio, hoy se va a levantar de la pena de haber sido descalificada cuando buscaba una medalla para Guatemala en los Panamericanos de Toronto.

«Es lo peor que te puede pasar, las descalificaciones te dejan un sentimiento de impotencia, pero de esta me levanto; he mejorado técnicamente y confío hacerlo bien en los Campeonatos Mundiales del mes próximo», insiste.

La atleta guatemalteca tiene un mejor registro de 1h 28:31, pero se siente en condiciones de bajarlo. Si lo logra antes de los Juegos Olímpicos, tendrá posibilidades de colocarse entre las ocho mejores, aunque falta trabajo para eso.

«Ahora pienso en el Mundial, luego en terminar de recuperarme», dice en referencia a un accidente que sufrió la pasada Navidad cuando un conductor ebrio se pasó con el semáforo rojo y se impactó contra su auto, lo cual le causó una lesión de hombro y necesitó una cirugía en la nariz.

En el primer minuto la atleta agradeció haber salido viva, luego sí cayó en una depresión al pensar que su participación en los Juegos Panamericanos se había arruinado.

«Me empecé a entrenar antes de que me dieran el alta, pero solo fueron tres meses de preparación. Aún así estaba en condiciones de ganar una medalla», asegura.

Le viene a la memoria que Barrondo le dedicó a los emigrantes guatemaltecos su medalla de oro de los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz y se aterra al pensar que él también pudo haberse ido a Estados Unidos y ella jamás lo hubiera conocido.

«No ronca, es un poco celoso, lo del gasto nada más, pero es un caballero», dice poco antes de enterarse de que su marido también recibió una tarjeta roja y en la primera entrevista dijo que era el mejor día del matrimonio porque desde los tiempos de la ruta de los dos quetzales, fueron las cosas malas las que los unieron.EFE.

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