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Argentinos dan la vida por un boleto a la final

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Luciano Franco tiene 21 años y es carnicero en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. A las 5 de la mañana del viernes está en el aeropuerto internacional de Ezeiza. Toma su celular, lo mira, lo apaga, lo guarda. Hará esto varias veces en pocos minutos. Se ha endeudado hasta el cuello para ver  la final de Argentina contra Francia de este domingo, y si el Gobierno de Qatar no le aprueba dentro de las tres horas la tarjeta digital Hayya – un visado disfrazado de aplicación– se quedará en tierra. “Tengo hotel y entradas, pero falta la aprobación de la Hayya”, dice nervioso. Como Franco, en Ezeiza hay otros 264 pasajeros que han saltado a la web de Aerolíneas Argentinas apenas la selección de Messi venció a Croacia en las semifinales. Encontraron un vuelo chárter puesto de apuro, pincharon en “comprar” y en unos segundos cargaron en su tarjeta de crédito dos millones de pesos.

Luego eligieron alojamiento, sacaron entradas –los que encontraron– y esperaron el “aprobado” de la bendita Hayya. Al final del día habían gastado en promedio 7.550 dólares, equivalentes en pesos a 46 salarios mínimos. Una suma exorbitante para los estándares de un país en crisis como Argentina.

La terminal C del aeropuerto era un hervidero en la madrugada del viernes. A los pasajeros habituales se sumaban los del vuelo directo a Qatar. Era fácil reconocerlos por las camisetas de la selección de Argentina. El entusiasmo de una aventura emprendida de apuro se mezclaba con los nervios del visado y un silencioso sentimiento de culpa. “No hablemos de números, a esta altura la plata ya no importa”, dice Daniel, un arquitecto de 46 años que acepta posar para la foto pero guarda su apellido. Daniel regresó de Qatar el lunes tras ver los primeros partidos junto con sus hijos. Ya daba por perdida la posibilidad de estar en el estadio para la final, pero sus amigos lo convencieron. “Me había resignado, pero cuando estos raros me dijeron ‘vamos’, me enganché. Reservamos los pasajes en el entretiempo de la semifinal con la agencia de viajes y ni bien terminó el partido los emitieron”, cuenta. A su lado está Pedro, el amigo del ‘vamos, vamos’, un comerciante de 51 años que viaja con su hijo de 16. Pedro es habitual: estuvo en Brasil 2014 y Rusia 2018.

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