El forzado beso del expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, a Jenni Hermoso durante la celebración de la victoria de la selección en el Mundial Femenino tuvo trágicas consecuencias. Desde el hecho mismo, pasando por la resistencia vergonzosa de Rubiales a admitir su comportamiento inapropiado, hasta convertir la situación en un juego de culpas, la noticia se globalizó como una nube oscura que opacó la pretendida hazaña histórica.
Al analizar este caso, se revela que la misoginia es un producto de la sociedad que la alimenta. A pesar de las señales de avance o castigos justos, no hay ganadores. Como mencionó Hermoso el mes pasado a la revista GQ, «tuve que asumir las consecuencias de un acto que no provoqué, que no elegí ni premedité. He recibido amenazas, y una nunca se acostumbra a ello».