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Deportes en Guatemala - Archivo de Fotos

Hoy juega la Selec

Juega la Selección, no hay otro equipo como ella

Juega la Selección, no hay otro equipo como ella

Esta no será la primera vez que la Selección juegue en Semana Santa por una eliminatoria mundialista, ni la última en la que esperamos un milagro y algo más. Esta vez tocó Viernes Santo, el día en que según la tradición judeo-cristiana, crucificaron al Hijo de Dios hecho hombre. Alguna vez, hace casi un cuarto de siglo, me tocó cargar el turno de mi tío Angel en la procesión de Santo Domingo, frente al atrio de la Iglesia, no estaban sus hijos Canche y Nando, hubo que colocar el hombro y arrepentirse de todos los pecados, habidos y por haber. La Federación de Fútbol, la encabezada por Brayan Jiménez, tuvo algunos meses para cambiar la programación, porque se debe hacer con 6 meses de anticipación, y adelantar el partido a Jueves o Miércoles Santo, pero como eran la mejor de la historia, según ellos y seguramente los muchachones con quienes hacían sus negocios bajo de agua, obviaron cualquier designio celestial y no modificaron la fecha, como si lo hicieron 4 Federaciones Sudamericanas ayer.

En su libro Dios es Redondo, no creo que haya un mejor titular para un partido que se realice en Semana Mayor, Juan Villoro, describe su preferencia por el Barcelona y el Necaxa, uno por situación paterna que venía directo de Cataluña y la otra por situación de vecindario, seguramente también vivía cerca de la vecindad del Chavo porque nunca olvidaremos la frase de Ron Damón: «Qué pasó, qué pasó, le voy al Necaxa», como para demostrar su hombría de bien. No saldré del closet con esto que anotaré porque lo tengo afirmado desde el día que nací y en el que seguramente mi padre me vistió de azul y blanco de la cabeza a los pies, por convicción: «Le voy a la Selec porque es el equipo donde dejé el ombligo y por el cual  dejé muchas fantasías infantiles en mis juegos con tapitas»

El Deportivo Tapita al que tantas veces se refirió el Bolillo Gómez, en ocasiones hasta con desprecio, era mi equipo de ensueño, el que se vestía de ilusiones. Cuando en la década de los 80s entrené con el Tipografía de Mario Melara y Mario Menjívar, me sentía chinchudo solo con el hecho de que me colocaran en un lateral y del otro lado estuviera el izabalense Gigio Salguero, tío de Luis Swisher, ambos en algún momento vestidos de Seleccionados. Esos son mis equipos, sin importar cuántas veces lea en las redes sociales el desprecio que muchos otros chapines sienten hacia ella, como si los resultados fueran los que designaran nuestros equipos. Villoro escribe con maestría, casualidades de la vida que también TipNac es albirrojo como el Necaxa, «el hecho menor y circunstancial de que esa ilusión decaiga más tarde ayuda a constatar la fuerza del destino: Dios es redondo pero casi nunca le va al Necaxa», le agregaría que tampoco a Tip, ni a la Selección, aunque por esa misericordia divina, no creo que le interese un equipo por ganador o perdedor.

Aunque parezca increíble por el amor que Papá tenía para llevarme al estadio y ver a diferentes equipos, nunca asistimos a un partido de eliminatoria mundialista, estuvimos en aquél 1-1 de 60 mil sardinas embutidas en el Mateo Flores en 1976 ante Cuba pero era eliminatoria olímpica, en el que todos nos paramos por el penal anotado por Luis Villavicencio. Nunca fuimos de pintarnos la cara, comprar camisolas o gritar por alguna jugada, la mayor parte del tiempo frugales, racionales con este juego tan emocional, así nacimos, crecimos y seguramente moriremos, disfrutando el juego en nuestro silencio compartido. La primera vez mundialista fue con Willy Dorión, en la general norte, camino a Italia 90 en un octubre de 1988, acompañado por otros 4 mil guatemaltecos que llegamos a pesar del desastre que había sido Seúl 88 para nuestra Selec, ya el cable había tomado el lugar de máxima entretención y los aficionados se espantaban por miles, disminuían los ingresos y la caja boba, como bien dice Andrés Zepeda, nos llevaba un espectro de posibilidades inigualables, empezando por una mejor calidad de trato de pelota y más espectacularidad en sus lances. Esa vez con Willy, vimos la anotación de penal de Byron Pérez, por falta contra el Flaco Chacón y como los canadienses perdían 1-0, el partido de vuelta fue dramático en Vancouver, pasamos ajustaditos 6 días después con un 3-2 en contra.

Veintiocho años más tarde vuelve a dirigir un nacional a la Selección, esa vez fue el Grillo Roldán y esta vez Walter Claverí, ambos fueron volantes de la Selec. Uno con mucha dinámica y liderazgo, don Jorge, el otro con más toque y campeón con Suchi en 1983. Entrevisté hace un par de días a Claverí y está tranquilo, sabe lo que tiene Estados Unidos, a lo que se enfrenta, al equipo que no ha perdido nunca con nosotros en 12 salidas mundialistas. Los tratará de controlar en la táctica fija, en sus arranques rápidos, en las infinitas posibilidades que le da su desarrollo deportivo, en sus 8 legionarios que llegan adornados de aristocracia europea. No me importa si llega Truman, Richard Nixon, Donald Trump o la trompeta de Armstrong, se enfrentan a mi equipo, al que quiero sin importar sus resultados (aunque me digan que eso demuestra mi conformismo), al que llevo en mi sangre porque tengo raíces en Toto, San Marcos y en cada rincón de esta tierra profunda (aunque no les guste a los que prefieren el Cañón del Colorado, la majestuosidad de Manhattan o el enorme Golden Gate), al que lleve en mis juegos y fantasía de niños (aunque el Mundo de Disney esté a años luz fabricando fantasías animadas admirables). Juega mi equipo de siempre, el de mis ilusiones de niño, el de mis realidades de adulto, al único que sigo sin importar que gane empate o pierda. Que viva Guate, siempre, que viva Guate, esté donde esté, con frijoles y tortillas o sin ellas.

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