Mientras el pelotón del Tour de Francia se pregunta si es imposible ganar la carrera sin doparse, tal y como dijo Lance Armstrong, los científicos dudan de que el ciclismo haya pasado a ser un deporte totalmente limpio y denuncian un perfeccionamiento de las técnicas para escapar a la detección.
«El dopaje químico deja demasiadas huellas en la sangre, el biológico es prácticamente indetectable», afirma a Efe el profesor del Instituto de Biotecnología de Troyes Gérard Dine, considerado uno de los inventores del pasaporte biológico.
Como otros expertos, Dine piensa que nuevas sustancias han llegado al pelotón y se apoya en los análisis clínicos de los laboratorios farmacéuticos sobre productos destinados a curar enfermedades pero que tienen como efecto secundario una mejora del rendimiento físico.
«Existen las sustancias, existe la posibilidad de adquirirlas a través de internet y están los médicos competentes para suministrarlas a los ciclistas. ¿Por qué no iban a usarse?», se pregunta el director del laboratorio de biofísica y bioquímica de la facultad de Farmacia de la Universidad de Montpellier, Michel Audran.
Ninguno de los dos científicos afirma que haya dopaje en el pelotón, pero ambos consideran «poco probable» que ruede «limpio al cien por cien».
Jean-Pierre de Mondenard, médico, especialista en ciclismo, autor de varios libros sobre el dopaje, es más osado y asegura que «si existen sustancias indetectables, la naturaleza humana hace que haya ciclistas que, con la ambición de ganar, recurran al dopaje».