Uno es un líder que se golpea el pecho, mueve los brazos y muestra emociones, cuyo estilo de equipo cargado de energía está hecho a su propia imagen.
El otro es sereno, imperturbable y tan desenfadado que casi parece no importarle, transmitiendo calma a su alrededor con su enfoque de “lo he visto y hecho todo”.
De alguna manera, Jurgen Klopp y Carlo Ancelotti son polos opuestos como técnicos de fútbol. Lo que los une es la capacidad de usar su propio estilo inimitable para alzar los trofeos más importantes del deporte.
Es otra razón más por la que la final de la Liga de Campeones el sábado entre el Liverpool de Klopp y el Real Madrid de Ancelotti es tan intrigante. En pocas palabras, ninguno de los dos clubes querría ser guiado al partido más importante de los torneos de clubes por nadie más.
Aparentemente, Klopp fue hecho para ser el técnico de Liverpool. Es el Bill Shankly de la era moderna, el legendario timonel del club y el hombre del pueblo de la década de 1960 y principios de la de 1970 que puso a los Reds en el camino para convertirse en un gigante de Europa.
Liverpool adora a Klopp y Klopp adora al Liverpool, tanto que recientemente firmó un nuevo contrato que lo mantendrá en Anfield hasta 2026, más allá de una década con el club. Ningún técnico ha estado en el Liverpool tanto tiempo desde… Shankly.
Klopp no es “el normal”, la etiqueta que se dio a sí mismo en su presentación como entrenador del Liverpool en octubre de 2015, en referencia a la descripción autodenominada “Special One” de José Mourinho. Ganó la Liga de Campeones en 2019, la Liga Premier en 2020 —para poner fin a la espera de 30 años del Liverpool por el trofeo que solía pertenecer en Anfield, y acaba de encabezar lo que podría ser la mejor temporada de la historia del equipo.
Ganador de la Copa de la Liga, ganador de la Copa FA, subcampeón de la Premier —por un punto— después de perder solo dos juegos, y potencialmente ganador de la Liga de Campeones. Ningún club inglés anterior se ha acercado tanto al cuádruple.
La apariencia de Klopp ha cambiado —ya no usa anteojos después de una cirugía ocular en el verano de 2021 y se blanqueó los dientes a fines de 2017— pero su pasión inquebrantable y su feroz determinación permanecen desde sus primeros días en el cargo. Los fanáticos de Mainz y Borussia Dortmund, los equipos que entrenó en Alemania, pueden dar fe de ello.
Luego de cada victoria, Klopp camina hacia la cancha, se dirige a los aficionados del Liverpool y festeja con ellos estridentemente.
Es algo que Ancelotti nunca haría.
Ancelotti sigue la corriente, se adapta a las circunstancias. Cristiano Ronaldo dijo del italiano cuando ambos estaban en el Madrid: “Desde la primera vez que lo conocí, me hizo sentir muy cómodo”.
Klopp, a su manera, es lo mismo. Se ha convertido más en un estratega en los últimos años, frenando su notorio “fútbol de heavy metal” al agregar un elemento de control al juego de Liverpool.
En el fondo, tanto Klopp como Ancelotti son personas compasivas, “personas” y ganadores absolutos.
Y es por eso que están en la final de la Liga de Campeones una vez más, Ancelotti por quinta vez récord y Klopp por cuarta vez en nueve años.