En el Mundial de 1978, Argentina inició una maldición que, 38 años después, sólo Francia ha logrado superar: proclamarse campeón de Europa o del mundo siendo el país organizador del torneo. La selección gala lo ha logrado en dos ocasiones: la Eurocopa de 1984 y el Mundial de 1998. 18 años después, Francia asume de nuevo el desafío.
Aunque organizar un torneo otorga un plus de favoritismo a la selección anfitriona, muy pocos equipos nacionales han logrado hacer valer el factor campo para proclamarse campeones en su territorio. El formato primigenio de la Eurocopa, que otorgaba la sede de la fase final a uno de los países semifinalistas, permitió que los anfitriones alzarán el trofeo Henry Delaunay en las dos de las tres primeras ediciones: España en 1964 e Italia en 1968, después de que la Unión Soviética conquistara Francia en el torneo fundacional de 1960.
Una tradición que Alemania rompió en Bélgica 1972 y que Yugoslavia no supo recuperar en 1976 antes de que a partir de la edición de 1980 la sede de la fase final comenzará a conocerse con antelación. Las modestas organizadoras de las ediciones recientes (Austria y Suiza en 2008 y Polonia y Ucrania en 2012) tampoco han ayudado a romper un maleficio que, salvo Francia, ninguna otra selección ha logrado espantar en 44 años.