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El surf trata de borrar su imagen de deporte de elite

Italo Ferreira pasó su infancia en un pueblo pequeño de Brasil, sin mucho para hacer.

Su vida empezó a cambiar cuando descubrió el surf, usando la tapa de una hielera de su padre, que vendía pescado en Baía Formosa, al noreste de Brasil.

Hoy, a los 27 años, Ferreira viaja a Tokio como campeón mundial, favorito para llevarse el oro en el debut del surf en los Juegos Olímpicos.

“Empecé a surfear con una tapa de styrofoam de una caja en la que mi padre mantenía los peces congelados”, contó el deportista. “La usé porque era lo único que flotaba y donde podía mantenerme de pie unos segundos trepado a una ola. Eso me hacía feliz mientras mi padre trabajaba”.

Se espera que Ferreira y su compatriota Gabriel Medina, de 27 años también, dominen la competencia de surf en el esperado estreno de este deporte en la justa olímpica. La dupla de Ferreira y Medina es llamada la “Tormenta Brasileña” destinada a brillar en Tokio, donde tratará de dar prominencia a un deporte muy exclusivo.

Si bien la comunidad del surf asegura que el océano es de todos, está claro que el deporte sigue siendo homogéneo, costoso e inaccesible para la mayoría. Recientes esfuerzos de los directivos del surf por expandir el alcance del surf más allá de Hawái, California y Australia son un tácito reconocimiento de las disparidades que hay.

Gigi Lucas, quien fundó una organización sin fines de lucro llamada SurfearNEGRA, que financia y organiza clases para niñas de minorías, dijo que alguien que se inicia en el deporte debe hacer una inversión de unos 1.000 dólares: Tabla, traje, correa y una semana de lecciones en grupo.

Pero el aspecto que lo hace más inaccesible es la geografía: Hacen falta olas, que no están en todos lados. Una parte central del surf es la búsqueda constante de olas, que dependen de las condiciones de cada sitio, las cuales cambian con las temporadas, de región en región.

El acceso a las olas conlleva alojamientos en barrios generalmente costosos y gastos de viaje para llegar a lugares a menudo alejados de los centros urbanos.

A esto súmele que, antes que nada, hay que interesarse en un deporte sin mucha difusión, y seguirlo.

“Sigue habiendo barreras invisibles que hay que superar para que el surf sea más accesible”, dijo Lucas.

“Cuando se puede hacer surfing solo en los extremos de un continente, en zonas caras, el deporte resulta elitista no por su esencia sino por la geografía”, comentó Greg Cruse, CEO de USA Surfing.

Lucas señaló que muchas personas de raza negra no son muy apegadas al océano porque a menudo se les prohibió el acceso a las playas públicas en el pasado. Ese legado racista es una de las razones por las que algunas niñas que se inscriben a su programa no saben nadar.

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