El récord de goles de Messi en la Liga (253) logrado el sábado ante el Sevilla se ha revelado como un arma de doble filo para la junta que preside Josep Maria Bartomeu, que desde el palco asistió atónito a una celebración que a la postre acabó en una reprobación a su mandato. Lo que tenía que ser una fiesta de celebración ante la histórica cifra de goles conseguida culminó en una sonora bronca al presidente cuando su imagen apareció en los marcadores del estadio en el vídeo homenaje a Leo. El director deportivo, Andoni Zubizarreta también se llevó su ración de abucheos cuando apareció. Esta actitud del público preocupa seriamente a la junta, que no puede permitirse que Messi sea considerado patrimonio de la oposición.
No es cosa sorprendente en los últimos tiempos que los éxitos deportivos del primer equipo oculten las tormentas institucionales. Ya pasó durante la era Laporta, que superó una moción de censura mientras el equipo lo ganaba todo. Eran días en los que, a diferencia de lo que pasó en los 70, cuando la significación social del club superaba los magros resultados deportivos, el equipo mantenía a flote la entidad. Ahora, con el equipo en medio de una transición difícil tras sus mejores años, la salud de la entidad parece depender de Messi, el verdadero y único líder de una inquieta masa social.