La eliminatoria rumbo a México 1986 ya estaba perdida, la Selección recibía a Haití, juego nocturno entre semana en el entonces Mateo Flores; una semana antes los canadienses habían vencido en el estadio Sylvio Cator en Puerto Príncipe 2-0 y nuestras esperanzas estaban ya fracturadas, aunque habían quedado casi destrozadas con otro domingo de esperanza en el mismo escenario con aquél 1-1, cuando empató Byron Pérez antes de terminar el primer tiempo aun creíamos en que esos 45 minutos del segundo tiempo nos darían el pase a la triangular final, pero ni el Rosario ni la calculadora nos respondieron.
El entrenador esa vez era Dragoslav Sekularac, fue entonces, entre 1984 y 1985, el cuarto y último europeo que nos ha dirigido en la Selec, antes lo hicieron el británico James Elliot (1935) y los españoles José Casés (1960) y Lorenzo Ausina Tur (1963 y 1969). Sekularac había sido una de las grandes figuras del Mundial de Chile en 1962, donde había perdido en Semifinales contra Checoslovaquia, pero quedó junto a Didí como los 2 grandes armadores de ese Mundial, ni más ni menos, antes había sido subcampeón olímpico en Melbourne 56 y eliminado por Alemania en los Cuartos de Final de Suecia 1958. Jugadorón que además tuvo su paso de 5 años por Colombia ya al final de su carrera, luego de sus 30 años de edad. Cuando vino tenía la fama de querer un equipo que físicamente fuera importante, su paso tuvo más victorias que derrotas en la Selec, con 7 victorias, 2 empates y 5 derrotas. La última de ellas y la mayor goleada fue esa noche ante Haití, con goles del Flaco Chacón casi al final del primer tiempo y luego Selvin Galindo, Memín Funes y Byron Pérez.
Pero el recuerdo que nos trae la muerte de Seki, como lo conocían desde que fue gran figura del Estrella Roja de Belgrado en su natal Yugoslavia, fue el de esa noche de juego. Llegué tarde junto a mi amigo Pilucho y por última vez en mi vida compré mi boleto en el mercado de reventa, esperamos un poco para que disminuyera el precio de la Tribuna, la compramos y corrimos para ingresar por el lado de la Tribuna Sur. Había pasado un cuarto de hora del juego y aunque dominábamos el juego no caía la primera anotación. Sekularac estaba sentado al lado derecho de esas bancas que estaban sumergidas en el campo, él prefería verlo afuera y como se estilaba hasta mediados de los años 90s, los entrenadores no salían a dar esas indicaciones con las que los actuales Directores Técnicos creen que hacen algo a la orilla de la cancha. Algunos aficionados, como sucede también en las manifestaciones, escondidos en el anonimato de la muchedumbre, comenzaron a insultar al entrenador balcánico, quien ni se inmutaba. De repente llegó un naranjazo desde la tribuna y le pegó en la cabeza, que razón tiene Sabato cuando dice que Dios guarde si dejan que el pueblo sea el que haga justicia, porque lo que llevan serían guillotinas y pelotones de fusilamiento de inmediato, al que se ponga enfrente se lo llevaría candanga.
Dragoslav solo se volteó hacia la tribuna, por supuesto que la cobardía de quien tiró la naranja se quedó en el anonimato. Seki quitó la naranja, la tiró hacia atrás y siguió viendo el juego, algunos aficionados seguían riéndose, partícipes de esa impunidad que algunos todavía se preguntan de donde viene, si la tenemos impregnada a nuestra justicia selectiva. Que descanse en paz ese gran volante, a quien tuvimos un par de años entre nosotros.