De sus considerables talentos, la capacidad de Novak Djokovic para dejar de lado lo que parezca interponerse en su camino podría ser el más valioso.
Y recuerde solo esto: Djokovic no pierde semifinales, ni finales, en Melbourne Park. No. Pierde. Así que, como era de esperar, superó el juego dubitativo que desplegó de inicio y asumió el control para derrotar a Paul 7-5, 6-1, 6-2 y dar un paso más hacia el que podría ser su 10mo título del Abierto de Australia, el 22do de Grand Slam.
“Estoy realmente agradecido por seguir teniendo suficiente gasolina en las piernas para poder jugar a este nivel”, afirmó el serbio, de 35 años. “Algunos peloteos largos se notaron mucho. A los dos nos pesaron las piernas en el primer set. Tuve mucha suerte de aguantar los nervios hacia el final del primer set. Esa fue la clave. Después, empecé a mover más la pelota”.
Además, amplió su racha de victorias en el Abierto de Australia a 27 encuentros, la más larga desde el inicio de la era de los Open en 1968.
Su seguidilla se detuvo el año pasado cuando fue expulsado del país antes del inicio del torneo por no estar vacunado contra el coronavirus, un requisito obligatorio para entrar al país. Sigue sin estarlo, pero los estrictos controles fronterizos impuestos por la pandemia se han suavizado.
En la final del domingo, Djokovic, cuarto preclasificado, se medirá al griego Stefanos Tsitsipas (3ro) quien eliminó al ruso Karen Khachanov 7-6 (2), 6-4, 6-7 (6) y 6-3 antes en el día para avanzar a su primera final en Melbourne Park y la segunda en un grand slam.