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De regreso a casa

Marvin Ceballos hijo es uno de los jugadores que ha podido salir del país pero no se ha quedado afuera, su paso fue fugaz por el Indy Eleven de la USL en el 2015, salen y retornan rápidamente, algunos tuvieron un periplo largo, como Martín Machón o Carlos Ruiz, o el trotamundos Pezzarossi, pero lo común es que el retorno sea como entrega del Chinito Veloz a lo Rayo Chapín. No conozco aun a alguien que haya ido a una Academia o entrenar a fuerzas básicas en Europa y se haya quedado por allá o venga a triunfar luego por acá, como que el golpe de enfrentar un rendimiento superior amasa los sueños y tristemente hasta los destroza. Mientras otras realidades como la tica, para no ir muy lejos, tienen cerca de un ciento de jugadores en Ligas Mayores o competitivas alrededor del mundo, los nuestros deben regresar al redil y mostrar acá si al menos tienen algo más para ser convocados a Selección Nacional.

Al final de cuentas no se trata de convocar porque juegan afuera, como sucedió con Pablo Aguilar y Nicolás Samayoa en su viaje a Israel con la Selec, sino consolidarse como jugador de Liga Mayor, como mínimo y entonces mostrar que están para vestirse de azul y blanco en Selección Nacional. Ellos han retornado al país, Aguilar estará entre coloniales en Antigua y Samayoa con los Cremas. Como ellos también vino Christopher Ramírez, quien buscó fortuna en Suecia pero ya no subía más allá por lo que viene con Guastatoya, que ya probó con Stefano Cincotta que a pesar de estar jugando en la Regional Alemana (4ta División), aun le alcanzaba para ser motor de cambio de ritmo por la banda con el actual bicampeón nacional.

Debemos producir más y mejores jugadores, no hay otra receta, pero no debe ser con la vacua idea que el simple hecho de decir que trabajaremos en las Ligas Menores e invertiremos en ella será suficiente. La rémora de colocar límites de edad en categorías de competencia, como lo son Tercera y Segunda División, además de la cantidad de nacionalizados  y foráneos que vienen al país, coarta la posibilidad de que los buenos puedan tener un nicho consistente de competencia, pero como de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, que nos agarren confesados cuando San Pedro nos diga que por eso merecemos chamuscarnos con la chamusca de la realidad que cultivamos.

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