El calor era aplastante, un domingo de sol abrasador sobre el asfalto del parqueo donde habría 10 vueltas al circuito de 2 kilómetros. La Habana en su esplendor de agosto, con el estadio Latinoamericano al fondo, a medio construir como parece haber quedado detenido en ese tiempo que parece no pasar por los carros y los puros habaneros. Tiempo detenido en la memoria, con Julio Urías en el fondo, delgado, listo para enfrentar a los mejores de América, con los mexicanos que llevaban 4 Oros consecutivos en esta prueba y con medallas olímpicas a cuestas. La gorra amiga que sobre todas las cabezas aminoraba los rayos que aparecían creciendo desde Santiago en el extremo de la isla hasta ir llenando de sombras, primero las palmeras y luego el gris de la superficie. Todo el fondo en carretera trató de arrancar temprano para evitar que se derritieran los atletas, pero no solo Héctor Moreno, ya entonces conocidos como los hermanos Querubines y la humedad, fueron desmembrando las posibilidades del favorito azteca Joel Sánchez. Julio Urías, de Fraijanes, donde los descubrió el Doctor Berríos, terminó en un buen 6to lugar, como lo haría su paisano Hugo López en los 50K. Ya nacía la escuela del fondismo que cristalizaría con los 2 primeros bronces en Mar del Plata 95, con el mismo Urías pero ahora caminando 50K.
Un cuarto de siglo más tarde llegó José Alejandro Barrondo, primo de Erick, parte de esa nueva generación, ahora entrenada por Urías, quien se colgó el bronce en el pecho, quien tiene el pase básico a Tokio y que tuvo un final tan trepidante con dos que se pierden en la distancia de la humedad y el calor, los de Julio Martínez en Winnipeg y Santo Domingo, en esta última descalificado cuando ya se colgaba la medalla al pecho, con los míticos Jefferson Pérez y Bernardo Segura en competencia. El Canche Barrondo nos regaló uno de esos momentos en los que la emoción deportiva se desborda, los 4 últimos kilometros fueron para el desgarro cardíaco, un final contra el ecuatoriano Brian Pintado y el brasileño Caio De Oliveira. Un final de película, como para colgarse de La Habana, soñando con Fraijanes y terminando en Las Verapaces.