El pasado 24 de mayo de 2016, con el Barça aún de resaca por el doblete y con el buen sabor de boca de la heroica final en el Calderón ganada con diez jugadores ante el Sevilla, Daniel Alves convocó a los medios para un acto en el Camp Nou en el que se presentaba como embajador mundial por un mundo libre contra la hepatitis C. A esas alturas, el asunto informativo más importante era conocer cómo había evolucionado Alves de su fascitis plantar y si, finalmente, podría jugar la Copa América. Sin embargo, apenas una semana después, Robert confirmó que el brasileño dejaba el Barça acogiéndose a una cláusula que le permitía rescindir su contrato sin pagar un euro. Es lo que el brasileño llamó recientemente “una hostia con clase” en una entrevista concedida a ABC. Alves nunca perdonó a Bartomeu que le diese largas y luego, después de conseguir el triplete y asfixiado por la sanción FIFA, se apresurase a renovarlo. Se lo tuvo guardado hasta que recibió la oferta de la Juventus y decidió marcharse.
Daniel Alves es historia del Barça. Fichado por Joan Laporta en el verano de 2008 por unos 32 millones de euros después de que el brasileño se hubiese hecho hombre en Sevilla, al que llevó a las cotas más altas de su historia (dos UEFAS, una Supercopa de Europa, una Copa y una Supercopa de España), ha sido una de las inversiones más rentables de siempre en el club azulgrana. Alves ganó 23 títulos como azulgrana pero fue mucho más que eso. Sus datos finales de azulgrana resultan escalofriantes: 391 partidos (247 en Liga; 82 en Champions, 43 en Copa, 11 en Supercopa de España, 3 en Supercopa de Europa y 5 en Mundial de Clubes), 21 goles, 33.124 minutos y 23 títulos (6 Ligas, 3 Champions League, 4 Copas del Rey, 4 Supercopas de España, 3 Supercopas de Europa y 3 Mundiales de Clubes).
Discutido en ocasiones por el Camp Nou, es difícil no imaginarse que se llevará el cariño de la gente. Aunque, tampoco debe olvidarlo, ahora él es el enemigo.