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Categorías: Fútbol Internacional

Ricardo Jerez cuenta el momento de angustia por su lesión en el ojo

En la tranquilidad de su hogar, el arquero de Alianza Petrolera, Ricardo Antonio Jerez Figueroa, se recupera de un trauma en su ojo izquierdo, producto de un balonazo que le propinó un delantero de Patriotas el sábado 18 de agosto. A continuación, Antorcha Deportiva te da a conocer la última entrevista concedida por el guardameta nacional, tras esa lesión.

De repente, Ricardo Antonio Jerez Figueroa, el estelar arquero de Alianza Petrolera, aparece expectante bajo los tres palos de la puerta de entrada de su apartamento, en Barrancabermeja, y recibe al equipo periodístico de Alianza Petrolera con una frase que hace correr frío por las venas, de solo imaginar que el destino de la historia de la lesión ocular que vive por estos días hubiera sido otro.
“No lo veía, Christian”, dice hablándole al periodista. Y eso hiela la sangre, de solo imaginar lo que no ocurrió.
A los pocos segundos, detrás de él, aparece Lucía Palacios, su esposa, y luego, como una ráfaga, Emiliano, el hijo de 2 años, corre ‘disparado’ por el pasillo, como si fuera a despejar un balón en el área chica, pero Jerez sentencia tranquilidad.
“Lo tengo a la vista”, dice, sonríe, y ‘ataja’ el paso del menor, como el penal que hace poco detuvo en el partido contra el Deportes Tolima. Esa noche, de local, el aurinegro derrotó 4-2 al equipo ibaguereño y Jerez salió ovacionado por esa atajada en el último segundo del encuentro.
Ante la jocosidad de Emiliano, Jerez sonríe mientras acaricia la cabeza de Leandro, el hijo mayor (6 años), quien llega a la puerta a saludar a la visita. El gesto de Jerez tranquiliza y no es para menos: por poco un balonazo atrofia su ojo izquierdo, en el partido que Alianza Petrolera jugó de local frente a Patriotas, el sábado 18 de agosto.

Una noche para el olvido

Esa noche de triunfo 3-2, Jerez, de 32 años, sufrió el accidente en el minuto 70. Sobre las 18, salió a achicar a un delantero, pero este impactó primero el balón, que en milésimas de segundos agarró velocidad de misil y se estrelló en seco contra su ojo. Jerez sintió lo que, muy seguramente, es un puño de Mike Tyson.
El impacto lo dejó tendido en el piso, noqueado, con la parte izquierda de la cara dormida, la nariz reventada, y con un manto oscuro sobre su ojo, primero, y luego con una ceguera transitoria que de a poco desaparece, para su fortuna y la de sus seres queridos, allegados y también para la de los hinchas, quienes desde hace rato lo tienen como ídolo y lo convierten, ya casi a punto de jugar su partido 200 con Alianza Petrolera, en una leyenda del aurinegro.

Consciente de que se incrustó en el corazón de los hinchas, Jerez sabe que la gente está preocupada y quiere saber de él, que desean volverlo a ver con la salud al ciento por ciento, muy pronto, y agradece los mensajes que le expresan por las redes sociales y por WhatsApp, que al principio se los leía la esposa y le ayudaba a escribir las respuestas.
Precisamente, ella y los dos hijos son los que por estos días le dan el calor propicio, aparte del amor sobrenatural de Dios -como él mismo lo adjudica-, para sobreponerse de la lesión. No es para menos: el hogar le ha permitido derrotar la ansiedad al límite que le ha generado este episodio. Pero, sobre todo, vencer ese miedo que intentó apoderarse de él.
“¿Por qué no puedo abrir el ojo?”, le expresó Jerez, poseído por la desesperación, al médico Jaime Pinzón cuando el especialista terminó de atenderlo allí sobre el gramado del estadio ‘Daniel Villa Zapata’.
Las palabras de Jerez alertaron al médico por la gravedad de lo que podría haber sucedido. Extrañado y con la sangre en hielo, el médico le dijo: “Jerez, tenemos que salir. Debemos llevarlo a una clínica. Usted no tiene el ojo cerrado, su ojo está abierto”. Entonces, el deportólogo del equipo solicitó al árbitro la salida del arquero y las alarmas se encendieron.
El pánico se apoderó del guardameta y –tal como lo expresa– sentía que las lágrimas le brotaban a chorros.
“Pensé que todo había acabado, que había perdido el ojo. Yo veía negro, totalmente; no veía ni un solo rayo de luz. Me tapé el ojo derecho y no veía nada. Lo último que logré ver bien fue que el balón no había entrado”, dice Richy -como le llaman sus compañeros- y afirma que sintió que su carrera en el fútbol había terminado y que su vida había dado un giro tenebroso hacia la oscuridad.
De inmediato, Ricardo fue trasladado a un centro asistencial de la ciudad.
“En la ambulancia iba llorando. En la misma banca, incluso, cuando me aplicaron hielo, les decía a mis compañeros y a los ‘profes’, ‘Mi ojo, mi ojo. Creo que perdí el ojo…’. Y, entre nublado, medio veía por el otro ojo que la paramédica solo se me quedaba viendo, me aplicaba hielo y me decía, ‘tranquilícese, tranquilícese’. Pero yo no podía estar así; estaba muy alterado”.

Tras una primera valoración médica en la clínica, los especialistas determinaron, en primer término, que su tensión arterial sobrepasaba los límites normales. Por eso, debían bajarle la presión sanguínea del ojo afectado, que presentaba sangrado intraocular, de carácter difuso, el cual fue controlado con el paso de los minutos. Tras un poco más de dos horas de atención médica, la presión y el sangrado disminuyeron, y Jerez fue dado de alta.
Era hora de descansar, pero la angustia permanecía y dormir sería casi imposible, dice. Al día siguiente, en la mañana, debía asistir al primer control, para determinar si había afectación de consideración, como desprendimiento de la retina y que obligara a una intervención quirúrgica inmediata.
Sin embargo, la evolución de Ricardo avanzó esa noche a pasos agigantados. La hemorragia intraocular había desaparecido en un setenta por ciento. Luego de dos controles más durante la semana, el último parte médico se tornó más alentador.
“Ricardo tiene una visión normal, 20/20, y ya no hay sangre en su ojo izquierdo y la retina no está inflamada. Hay que ser prudente con las cargas y por ello pasará a hacer trabajo diferenciado, buscando mantener su condición física y cuidando que no haya resangrado. La evolución es muy favorable”, informó en su momento el médico Jaime Pinzón.

Por eso, en la tarde del pasado fin de semana, Jerez cuenta, sentado sobre el sillón negro con caqui incrustado en un rincón de la sala, que de a poco ha ido recuperando la visión del ojo.
“Aunque aún miro un poco borroso, pero es por cuenta de los medicamentos que me aplican. Que esté tranquilo, y que mientras siga al pie de la letra el reposo, voy a estar muy bien, me dicen los especialistas”., dice. “El parte médico lo que dice es que mi ojo ya está sano, pero lastimado. Tengo recuperada el ciento por ciento de la visión de mi ojo. Pero debo reposar: los vasos sanguíneos del ojo son muy pequeñitos y frágiles, y con cualquier esfuerzo físico o cualquier fuerza se pueden volver a romper y están terminando de cicatrizarse. No hacer fuerzas, ningún esfuerzo físico, y tratar de estar acostado es la recomendación”.

Eso será hasta este jueves 30 de agosto, cuando asista al último control especializado. Ya sin angustias, aferrado a la fe, Jerez espera que ese día el parte médico indique que el trauma ha desaparecido y sus vasos han cicatrizado del todo.
“Eso es lo que me tiene tranquilo y lleno de fuerzas. Simplemente, ahora, es esperar unos días más con paciencia, para poder irme metiendo de a poco, nuevamente, en los entrenamientos, y estar a punto lo más pronto posible”.
Ya no estuvo contra Atlético Nacional y lo más probable es que no pueda actuar contra América -este fin de semana en el ‘Daniel Villa Zapata-, partidos que a todo jugador le hubiera gustado disputar. “Estar afuera es muy sufrido -apunta-. Uno se angustia mucha y hace demasiada fuerza, casi más que en la cancha, como me pasó con Nacional, pero sé que ahora lo importante es mi salud, reaparecer bien y seguir ayudando al equipo en esta buena campaña que estamos haciendo”.
Su reaparición –entonces-, hace énfasis, depende de ese último control médico, y de las indicaciones de los especialistas y el cuerpo médico del equipo. Esa, y nada más que esa, será la última palabra.
Y así será. Ya no verá más esos miles de pensamientos de terror que, dice, vio cuando creyó haber quedado ciego: “Ahora qué voy a hacer, ahora cómo voy a mantener a mi familia, mi carrera ha terminado. He quedado ciego”.
Y ya, libremente, dice, recordar solo lo bueno: aquello de que su ojo fue capaz de atajar un misil con figura de balón y que, de no haber sido así, hubiera sido el tercer gol de Patriotas y, quizá, Alianza Petrolera hubiera perdido ese partido, como él casi pierde el ojo en esa heroica acción.

Fernando Soberanis

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