Lorenzo Sanz Mancebo (Madrid, 9 de agosto de 1943) falleció este sábado en Madrid a los 76 años de edad después de haber enfermado de coronavirus. Empresario forjado a sí mismo, le gustaba recordar que comenzó de botones, dedicó 15 años de su vida al Real Madrid y pasó a la historia del club blanco como el primer presidente que ganó la Copa de Europa, ya en su versión Champions, después del mítico Santiago Bernabéu (seis, cinco de ellas consecutivas).
No solo una. Ganó dos el Real Madrid bajo su mandato. La Séptima (1998), después de 32 años de sequía, y la Octava (2000) dentro de un ciclo presidencial que duró de 1995 a ese año 2000, y en el que también conquistó una Liga (1996/97) y una Copa Intercontinental (1998). Con el aval de las dos Copas de Europa y el presunto reconocimiento del madridismo convocó elecciones anticipadas poco después del éxito de París, pero perdió ante la pujanza, entonces, de Florentino Pérez.
Lorenzo llegó al Santiago Bernabéu de la mano de Ramón Mendoza en 1985. De vocal pasó a vicepresidente y cuando el presidente dimitió, heredó el cargo sin que se convocaran elecciones. El 26 de noviembre de 1995 tomó posesión. “No pienso, como Mendoza, que ser presidente de este club sea más importante que ser ministro, pero he cumplido uno de mis sueños y es uno de los días más felices de mi vida”.
Mucho más lo fue el 20-05-98, números que incorporó a su teléfono móvil, cuando el Real Madrid ganaba a la Juventus con el gol de Mijatovic. Emocionado, llorando, confesó: “Ya me puedo morir tranquilo. Ya tenemos también una en color también. Le dije al Rey el lunes que el jueves le llevaría la Copa a palacio y se la llevaré”.
Hombre de buena memoria, carácter jovial, abierto, dicharachero, bravucón en ocasiones, amante de los caballos y del hipódromo, buen jugador de cartas, fumador de robustos puros cubanos, se consideraba a sí mismo “sensible y de lágrima fácil. Tengo un pronto fuerte, pero soy un buenazo”. Siempre que tenía ocasión recordaba que con 10 años iba con su abuela al estadio los domingos de partido. “Ella con un botijo servía agua a los aficionados y yo me colaba para ver a mi equipo de siempre”. También recordaba con orgullo que en 1957 había visto en directo la final de la Segunda, que el Real Madrid ganó a la Fiorentina (2-0).
Su gestión estuvo marcada por los fichajes. Como ya hacía en su etapa de vicepresidente con Mendoza, gustaba de fichar en persona y su nómina de adquisiciones en los cuatro años y medio que estuvo al frente de la entidad fue numerosa. Alardeaba de comprar barato y vender caro, aunque no siempre acertara. Para su primer curso completo, 96-97, fichó a Mijatovic, Suker, Seedorf, Roberto Carlos, Panucci, Illgner, Zé Roberto… Le salió bien. El equipo conquistó la Liga con Capello en el banquillo.
En las siguientes temporadas llegarían los Karembeu, Savio, Morientes, Iván Campo, Karanka, Anelka, el jugador más caro en la historia del club hasta entonces (1999-2000), McManaman, Míchel Salgado, Baljic, Helguera… entre otros.
“Mi asignatura pendiente siempre fueron los entrenadores”, reconocía. Y con razón. En sus primeros meses de presidente (95-96) tuvo tres: Valdano, Del Bosque y Arsenio. Los siguientes técnicos tampoco le duraron más de una temporada. El italiano Capello gana la Liga y abandona ante la llamada de Berlusconi. Heynckes, alemán, conquista la Séptima y es destituido porque no puede con el vestuario. Camacho solo aguanta un mes. Dimite. Llega el holandés Hiddink, que gana la Intercontinental (1-12-98) pero no acaba el siguiente ejercicio (98-99). Reclama a un galés, Toshack, y es destituido a los once partidos de la 99-00. Ahí es cuando Lorenzo Sanz, hastiado de su relación con los entrenadores, deposita su confianza en Vicente del Bosque y gana la Octava al Valencia. Le renueva confiando que al rebufo de sus éxitos ganaría las elecciones anticipadas. Fallo de cálculo.
El Real Madrid era su vida e, inagotable al desaliento, intentó volver a ser presidente sin éxito en dos ocasiones: 2004 y 2006. También trató de comprar el Parma en plena crisis del club italiano y en 2006 sí se hizo con la propiedad del Málaga y confió a su hijo Fernando la presidencia. La actividad empresarial dejó de marcharle bien y encontró refugió en el club de su alma, que le abrió las puertas como reconocimiento a su pasado: dos Champions, una Liga, una Supercopa de España y una Intercontinental.
Casado con Mari Luz Durán y con cinco hijos, tres de ellos deportistas profesionales: Lorenzo (baloncesto), Paco y Fernando (fútbol). Las dos chicas, María Luz, casada con Míchel Salgado, y Diana, tampoco fueron nunca ajenas a las preferencias de su progenitor.Se adhiere a los criterios de
Nota de El País de España.
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