Al caer la tarde en la Marina da Gloria, en Rio de Janeiro, Brasil, el rostro de Juan Ignacio Maegli se cubrió de alegría después de asegurarse un lugar en la regata por las medallas en los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
Como en Londres 2012, cuando terminó noveno, Maegli navegó con viento en popa para formar parte de la élite mundial de este deporte.
Debido a la diferencia de puntos con respecto a los primeros tres lugares, Tonci Stipanovich de Croacia (57 puntos), Tom Burton de Gran Bretaña (67) y Sam Meech de Nueva Zelanda (77), la aspiración por el podio estará lejos para el guatemalteco que de igual forma admitió que buscará un diploma olímpico.
La regata final (a la que acceden los mejores 10 y otorga puntos dobles) se realizará este lunes a partir de las 11:05 de la mañana en horario nacional.
La clasificación de Juani a la final es sin duda una historia de superación personal y ejemplo de determinación para reponerse de las adversidades.
Siete meses atrás Maegli sufrió la lesión más grave de su carrera, cuando en la Copa del Mundo de la ISAF en Miami una fuerte lesión en la espalda (una hernia discal) amenazó con dejarlo fuera de las justas. Su preparación se retrasó y apenas volvió a los entrenamientos en el agua, en mayo.
En su tercera cita olímpica (en Pekín 2008 en su debut, fue 33), Maegli llegó al quinto día de competencia de la clase láser estándar ubicado en el décimo sexto puesto, a 18 puntos de la zona de clasificación.
Lejos de darse por vencido, Maegli salió a las dos últimas pruebas dispuesto a dar batalla en la flota compuesta por 46 embarcaciones (10 de la cuales tienen derecho de participar en la final).
Con fortaleza física y mental el velerista de 28 años dió su mejor versión para lograr un tercero y séptimo lugar en los heats 9 y 10, con los que trepó hasta el octavo puesto de la general.
La primera regata del día tuvo una duración de 49 minutos y la segunda 48, efectuadas en un día soleado con temperatura de 20 grados centígrados y 67% de humedad.
De regreso a tierra, Maegli fue sorprendido por la visita de su padre, Juan Estuardo (olímpico en Montreal 1976, Moscú 1980 y Los Ángeles), con quien se abrazó efusivamente al igual que con su entrenador John Bertrand, de nacionalidad estadounidense.
“Tenía el presentimiento de que la suerte iba a cambiar, aunque la preparación a lo largo del año año y los dos últimos días fueron complicados. Estoy muy contento, fue una gran lección de luchar hasta el final. Estoy orgulloso de mi segunda final. Ahora mi meta es diploma olímpico, ya que matemáticamente es difícil la medalla. No hay que festejar mucho, tengo que seguir concentrado”, expresó.
Sobre las dificultades vividas en el período antes de los Juegos, admitió: “Ha sido año más duro de mi vida. Con la lesión, el dolor y estar inmóvil. Tenemos pocas oportunidades de pelear por medallas, no hice mi preparación como quería, pero mi meta era de que si daba todo, iba a llegar preparado para ser competitivo”.
Optimista, viendo al futuro y como mensaje de aliento para las nuevas generaciones de guatemaltecos que se han inspirado a través del deporte, aseguró: “Me propuse como metas tratar de cambiar el deporte en Guatemala, demostrar que si se puede. Decirle a los que nos apoyan, que lo hacen bien. A todos los que nos siguen, les digo que cualquier cosa es posible, ir a contracorriente y dar el 100%, Dios trae recompensas”.
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