El día que el «Torito» Silva anotó en el clásico mexicano

Juan Carlos Silva Maya actualmente no tiene nada que ver con América: a los 29 años juega como mediocampista en el ignoto Xelajú de Guatemala y dejó atrás una extensa carrera en su México natal, pero en el diálogo con Mediotiempo rememoró su día más glorioso en el fútbol profesional: aquel doblete al Guadalajara cuando apenas tenía 19, en el Clásico Nacional en el Estadio Azteca que culminó con la victoria 2-1 por el Apertura 2007.

«El recuerdo siempre va a ser bonito. Eso siempre lo recordaré y más que nada por los dos goles. Para mí era algo nuevo, mi primer Clásico era de nerviosismo pero de muchas ganas de jugarlo y lo recuerdo con una sonrisa», reveló el volante que también pasó por Necaxa, Irapuato, Celaya, Altamira, Murciélagos y Correcaminos en este país.

«Así como fue mi primer Clásico, también fue mi primer gol en la Primera División y lo recuerdo perfectamente: un centro del Gringo Castro, ahí sale Luis Míchel y peleé también un poquito el balón con Hernán Rodrigo López que era el delantero. Sale el balón botando, me queda de frente y de primera le doy una volea. Fue impresionante para mí, en esos momentos no lo podía creer”, añadió el futbolista que también se desempeñó en Malacateco y Sanarate de Guatemala.

Además, repasó una anécdota previa a aquel encuentro que significó tres puntos determinantes para la calificación a la Liguilla para el conjunto de Daniel Ruso Brailovsky: «Un día antes yo le había dicho a mi entonces novia, ahora mi esposa, que si yo metía un gol por favor le dijera a mi mamá que era para ella, porque como mi novia y mi mamá se iban al palco del Estadio, iban juntas”.

«Recuerdo también mucho una entrevista, que me dijeron qué quería decirles a los fanáticos y lo que yo me había visualizado responder era que cobraran sus apuestas. Esa fue mi respuesta. Realmente eso de la ley de la visualización después de eso la creo mucho», sentenció Silva, quien luego no logró consolidarse con el Más Grande pero que al menos le regaló una alegría inolvidable a la afición más multitudinaria de estas tierras. (Noyta de América Monumental).