El cronista Edgar Tijerino cuenta cómo se vive una pandemia a los 76 años de edad. También opina sobre el contexto de Nicaragua. Para él, los políticos viejos deben apartarse porque «ya jugaron su papel y no fueron útiles». Una nota del Diario la Prensa de ese país.
Edgar Tijerino Mantilla, cronista deportivo. LA PRENSA/ Oscar Navarrete
En febrero Edgar Tijerino Mantilla, uno de los cronistas deportivos más reconocidos en Nicaragua, cumplió 76 años. En estos días se encuentra recluido en su casa, siguiendo las medidas de prevención ante el Covid-19 y trabajando en un libro sobre los cuarenta años de su programa Doble Play. Pero no sabe si logrará publicarlo.
En esta entrevista explica de qué manera la pandemia le ha hecho recuperar el miedo a la muerte y también por qué nunca responde comentarios en sus redes sociales. También opina sobre el contexto de Nicaragua. Para él, “los políticos solo han servido para dañar este país” y los jóvenes, el campesinado y la Iglesia son los que “van a cambiar esto”.
Los políticos viejos —afirma— deben apartarse porque “ya jugaron su papel en algún momento y no fueron útiles”.
¿Alguna vez pensó que viviría una pandemia?
Creo que ninguno de nosotros imaginó esto. Es una situación inédita para todos. Siempre pensé que iba a tener una vejez como la que estoy teniendo, pero sin sentirme atado. De repente viene algo que es imprevisto. Un enemigo que no ves. No sabés de dónde te va a salir y los viejos son los más propensos a ser destruidos. No porque uno se cuide mucho, como yo lo estoy haciendo, significa que es inmune. Aquí no existe inmunidad ni por decreto.
¿Le tiene temor a la muerte?
¿Le podés tener miedo a la muerte cuando viviste pleno? No, no. La pandemia me hizo recuperar el temor a la muerte, pero por la forma de morir. He visto morir a tantos amigos y no sé si soy el próximo. He visto morir a gente que estaba bien hace una semana y que muere rápidamente. Cuando las marchas, tuve un diagnóstico de casi neumonía y con ese diagnóstico me fui a la marcha. Ahora todo mundo muere de neumonía. En los tiempos en que pude morir de neumonía y me pudieron haber enterrado normalmente, no lo hice; ahora puedo morir de neumonía y me tienen que sacar a escondidas. La familia ni siquiera sabe qué cadáver está recibiendo.
¿Ha perdido muchos amigos en estos días?
Al doctor Alejandro Pereira lo conocí en los tiempos de primaria, en la época que uno anda buscando noviazgo coincidimos en la misma casa, Alejandro y yo (ríe). Claro que me golpeó su muerte porque siempre hemos bromeado, siempre nos hemos visto. Con Nicho Marenco nos conocíamos desde los años setenta, trabajamos juntos, llevamos una vida de amistad que nunca se interrumpió, a pesar de las diferencias en las aceras políticas. A Otto de la Rocha lo conocí en 1970 en Radio Corporación. Y de repente salen nombres de conocidos, de amigos, compañeros del colegio, y yo digo: “Si sobrevivo a esta pandemia voy a decir lo mismo que dijo mi papá cuando cumplió cien años: ‘Me quedé sin amigos’”. No tengo el millón de amigos que dice Roberto Carlos en su canción, pero la cantidad de amigos que he cultivado en la vida es muy fuerte.
¿Cómo se cultivan tantas amistades?
No sé, creo que me ha ayudado mi manera de ser, mi sentido del humor. Hay gente que me ataca en las redes sociales y no me preocupa porque nunca me ha atacado alguien que estudió conmigo, que fue mi vecino, que fue mi compañero de trabajo, que fue mi jefe. Nunca. Nunca me ha atacado una persona de esas. Por eso es que yo no le contesto a nadie. Porque yo tengo mi manera de pensar y eso es todo, pero no le voy a contestar a nadie que me está diciendo ladrón, delincuente, asesino, y no me conoce. En todos estos años nadie, nadie que me conoce me ha puesto algo en contra, personalmente. Claro, políticamente sí. Pero más que la política, lo que valoro es lo personal.
¿No ha perdido amigos por política?
Yo tengo muchos amigos en el Frente. Bueno, en el Frente no, porque ya no existe. Llamémosle danielistas, como les llamaba Nicho Marenco. Uno de mis mejores amigos, nos conocimos desde chiquitos, es Emmett Lang y no hemos tenido dificultades porque no hablamos de política, ni a él se le ocurre ni a mí tampoco. No tenemos una gran tertulia como antes, por la situación en la que está el país, ¿pero qué hacemos con amistades que se conocen con los hijos, con la esposa, que durante una vida ha sido así? ¿Vas a cortarla así de un solo? La política me ha distanciado cuando uno ve complicidad con el sistema, pero está la persona. ¿Qué persona tenés ahí? Sí, hay sus fallas, ninguno de nosotros está exonerado de fallas, pero más que todo para mí es lo personal lo que importa.
¿Puede ser buena persona alguien que está del lado de un régimen como este?
Por amigos que tengo, yo pienso que sí. Por ejemplo, no te voy a decir el nombre, pero tengo un amigo desde los años setenta que tiene sus posiciones y yo entiendo, digo, ok, tiene su posición. Puede ser que políticamente e ideológicamente yo no lo vea consistente, ¿pero ha matado, ha robado, ha sido un mal padre, ha sido un mal hijo? Pues no. Lo malo que le veo es que esté metido ahí y lo malo que él debe verme es que yo esté al revés. Esa es mi manera de pensar, no digo que es la correcta, pero yo valoro mucho a la persona. Puede ser que alguien piense ideológicamente como yo, pero que yo sé que es una mala persona, un irresponsable, que no es buen padre, ni buen hijo, ni buen amigo. Dice Carlos Fuentes que la amistad es la prolongación de la familia, y ¿qué hacés con una vida en la que durante cincuenta años has tenido relaciones fraternales con una familia y que no te les vas a cambiar de acera en la calle? Claro, si hay situaciones asquerosas sí.
¿Entonces sí ha cortado relaciones con otras personas?
Sí, pero no han sido amistades que tengan raíces, que vengan de bien abajo. Te doy otro ejemplo, cuando muere René Núñez a mí me duele. Yo siempre tuve una buena imagen de René. Es cierto que fue el presidente de la Asamblea, es cierto que pasó callado, pero quién me quita a mí la imagen que yo tengo de René durante una vida. Si René se levantaba de la silla de ruedas para saludarme y darme un abrazo donde nos encontrábamos. Tampoco se llega a bromear, hay cierta distancia como la que impone esta pandemia; pero se conserva el respeto. Son cosas que el joven tal vez no las entiende tanto.
Usted ha dicho que su generación fracasó, ¿por qué piensa eso?
Porque había que cambiar el país y no se pudo. Obviamente yo soy una partícula nada más, nunca fui un hombre de incidencia ni nada, pero de todas maneras uno se siente responsable porque se habló del hombre nuevo, de no más dictadura, y los traidores de la revolución terminaron con este país. En julio del 79 todo mundo era sandinista, había más sandinistas que habitantes en Nicaragua, y ahora el sandinismo es algo maléfico, algo satánico. Eso es un fracaso brutal.
Muchos consideran que en realidad el Frente Sandinista siempre ha sido esto; que no es que ha cambiado, sino que siempre fue así. ¿Usted qué opina?
Lo que pasa es que, yo como colaborador del Frente en el año 77, lo que vi fue que mis compañeros de clases, digamos Omar Hassan y Christian Pérez, no llegaron porque los mataron. O que Doris Tijerino había sido torturada. Decime, ¿cómo no voy a creer en gente que está entregando su vida, la mayor prueba de legitimidad de sus intenciones? Ya después mucha gente cambió. Y ese riesgo se va a seguir teniendo, de eso estoy totalmente claro, porque la política en América Latina está hecha de traiciones y de falsedades, pero yo creía en ellos. El 19 de julio del 79 todo mundo creía. ¿Quién no creía? Nosotros no hemos cambiado, los que cambiaron son ellos, la gente en la que creíamos y resultó que era falsa. Vimos enriquecerse a tanta gente, vimos sacrificarse a tanta gente, vimos al campo sufrir tanto en los años ochenta y uno dice: pues sí, sí fue imperdonable. Pero si volviéramos al momento aquel, cómo no iba a creer. Ya que nos traicionaron, eso escapa al control de uno.
Su papá vivió más de cien años, ¿no cree usted que va a poder ver una Nicaragua democrática y libre?
Quisiera que eso pasara. Si la vida me concediera un último deseo, me gustaría ver caer esta dictadura. Que me muera al siguiente instante, no importa. Pero la vida no es un programa de complacencias. (…) Uno no sabe si esta plática con vos va a ser la última. No tengo miedo, pero vivo alerta de que el virus pueda aparecer en cualquier momento frente a mí y obviamente no verlo; pero prefiero que a mí me pase cualquier cosa y no a mis hijos, a mis nietos, que son el futuro. Nosotros no, nosotros somos una generación fracasada. Yo solo creo en la chavalada, el campesinado y la Iglesia. No les hago caso a los políticos cuando hablan de unidad, ¡si la unidad está abajo! La unidad es indestructible en este país y ha crecido, no depende de 25 tipos que se van a reunir con (Luis) Almagro.
¿Cuando habla de políticos se refiere a la Alianza Cívica?
¡A todos! Si las marchas las ha convocado un político hubieran sido un fracaso todas. Hay que pensar en gente nueva. El problema no es de liderazgo. En Venezuela estuvieron Capriles, Leopoldo López, Guaidó y la lucha sigue. Me da risa cuando dicen que no hay unidad, lo que pasa es que no andan en las calles, no hablan con la gente, no van al campo. En las marchas se buscaban entre ellos mismos. Solo han servido para dañar este país, el gran error de ellos es creer que son necesarios. No son necesarios y muchas veces hasta estorban.
¿En qué estorban?
Cómo no van a estorbar si viven diciendo que no hay unión. La gente en las calles ni los conoce. No tienen ninguna influencia. La gente está necesitando votar contra este sistema, tener a alguien de confianza que obviamente va a aparecer y si nos sale mal, aunque salga mal, salir de esto ya es una ganancia, porque esto es lo peor que le ha pasado a Nicaragua.
¿Confía en algún político joven?
En la juventud sí. Claro que tengo confianza en políticos como Félix Maradiaga, un muchacho joven. Cómo no voy a tener confianza en Medardo Mairena, y que no me digan que tiene que ir a Harvard, porque la historia de América Latina está llena de gente que no fue a la escuela. Es la juventud y el campesino, con el apoyo de la Iglesia, lo que va a cambiar esto. Esa es la base. La Iglesia, el campesinado que lucha y que ha sufrido tanto, y la juventud, que es la que provocó esto, porque sin los jóvenes estaríamos en 17 de abril.
A su juicio, como ciudadano, ¿la Alianza Cívica debería apartarse?
Hay mucha gente rescatable, pero cuando entran los intereses políticos todo se arruina. Se necesita gente que no esté pensando en ella, que esté pensando en el país. Y si estás pensando en el país, no vas a pelear espacios. No es eso lo que está en juego. Lo que está en juego es el futuro del país. Los políticos viejos que se sumen, que ayuden, pero que cedan espacios. ¡Ya está! Ya jugaron su papel en algún momento y no fueron útiles, pueden serlo ahora, pero como acompañamiento y empuje.
¿Se aburre en estos días de autoaislamiento?
No, tengo un día apretado. Leo. Escribo. Estoy haciendo un libro de los cuarenta años de Doble Play, que se llama Póngale Sello. No sé si lo voy a terminar de escribir, si va a salir. Doble Play cumple cuarenta años el 2 de enero de 2021 y no sé si voy a materializar esa idea, pero aunque no la materialice la estoy haciendo.
¿En estos días difíciles se ha afectado su fe en Dios?
Mirá, yo soy un tipo al que mucha gente califica de no creyente, pero no, yo sí he creído en Dios. Lo que pasa es que tengo mi propia manera de pensar. Nosotros queremos que todo lo resuelva el Señor y no es así. Es demasiado lo que se espera de arriba, que debe estar tan ocupado; estamos hablando de más de ocho mil millones de habitantes, más de ocho mil millones de problemas. Es cierto que es todopoderoso, pero a veces, digo yo, no tanto.
¿De qué manera cree en Dios?
Yo creo en Dios porque digo que cómo es posible que alguien haya hecho este mecanismo que nos compone a cada uno de nosotros. Solo alguien superior. Pero Él no está para resolver los problemas de todo mundo. Eso sí, soy muy respetuoso, en mi casa todos son religiosos. Y me gusta escuchar las homilías, aprendo bastante.
¿Cree en la vida después de la muerte?
Yo no creo que tengamos otra vida. Sería bonito para ir a completar cosas (ríe). Pero creo que hasta aquí llegamos. Peor aún si seguís de 77 años, en silla de ruedas, en la otra vida (ríe).
Si esta es la única vida que tenemos y este fuera su último día, ¿estaría satisfecho?
Sí, de lo que viví sí. Es más, yo diría que la vida se pasó conmigo. He vivido la vida que nunca soñé.
Su nombre completo es Edgar Alberto Tijerino Mantilla. Nació en Managua el 17 de febrero de 1944. Al principio su nombre era Edgard, pero en la cédula de identidad quedó sin la d al final.
Se casó dos veces y tiene seis hijos. Vive enamorado de su esposa, la periodista Auxiliadora Mercado.
Al colegio siempre llegaba tarde o no llegaba. Era tan mal estudiante que repitió un año en primaria y otros en secundaria, pero “no por bruto, sino por vago”.
Estudió Ingeniería pero no terminó la carrera. En 1970 se hizo periodista, sin haber estudiado esa profesión en la universidad. Es uno de los cronistas deportivos con más reconocimiento en la historia de Nicaragua.
Sus pasatiempos son leer, escribir y ver novelas. Incluso las graba, para no perdérselas. También mira series. Recientemente miró La Guerra y la Paz y Los Miserables.
El 2 de enero de 1981 fundó el programa deportivo Doble Play y lo ha mantenido al aire hasta hoy. Actualmente lo está realizando gracias al teletrabajo, desde casa. Pero asegura que no extraña la radio y que, cuando pase la pandemia, lo seguirá haciendo así. “El viejo busca comodidad”, ríe.
Su frase favorita es la de Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. Le gusta la gente “espontánea” porque “lo espontáneo evita máscara”.
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